“El hombre es una breve aventura
química sin sentido.”
Manuel Vicent.
Origen. ¿Qué somos? Átomos, moléculas, compuestos. Información codificada
en cada una de las bases nitrogenadas de nuestro ADN. Una combinación entre un
número limitado de letras determina nuestra existencia. Lo tangible de nuestra
realidad, incluso aquello que somos incapaces de sentir, es química. Respiramos
química. La química no sólo nace en laboratorios, nace en cada uno de nosotros.
Somos una especie de modelos atómicos a gran escala. Complejos sistemas
que interactúan entre sí mediante reacciones electroquímicas. La sinapsis
contribuye a la creación de una red neuronal que nos permite procesar
cantidades ingentes de información en milésimas de segundo.
Sin embargo, en ocasiones, olvidamos la finitud inherente a nuestra
condición como seres humanos, como especie efímera. A veces, algo cambia, un
golpe brusco, una pequeña excitación o perturbación y la configuración de
nuestros átomos sufre variaciones y, de repente, es como si volviésemos a
recordar que estamos vivos, y por consiguiente, que nuestro tiempo es limitado.
¿Qué supone nuestra existencia como individuos? Somos diminutos granos de
arena perdidos en el desierto del tiempo. Sólo somos instantes en los ejes del
espacio y del tiempo.
Al final de nuestro propio horizonte, abandonamos este mundo a través de
un proceso químico, nos convertimos en elementos, quizá en el polvo de los
anhelos. Nos desvanecemos paulatinamente hasta desaparecer por completo, como
humo que se disipa y juega a enredarse entre las nubes, y nos fundimos con ellas,
para siempre, para morir, o quizá para volver a empezar y formar parte de un
ciclo que nos recuerda la idea del eterno retorno de Nietzsche.
Andrea Arrieta
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