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martes, 12 de mayo de 2015

Dar las gracias



Soy estudiante universitaria. A punto de finalizar mis estudios, sí, pero estudiante al fin y al cabo. Y, al parecer, eso da a muchas empresas una oportunidad de oro: conseguir un “empleado” a un precio irrisorio (cuando no inexistente). “Consigues experiencia”; “Consigues nuevos conocimientos prácticos”; “Así descubres lo que es la vida del trabajador”; “Si no lo haces, no aprobarás la asignatura de Prácticas en Empresa”. Estos y otros argumentos –todos en la misma línea- son los que nos llevan a aceptar esta situación, y ¡ojo! a aceptarla con una sonrisa en la cara. Y dando las gracias en todo momento.

No negaré que son argumentos válidos; sí, consigues experiencia, conocimientos, apruebas la asignatura, y descubres lo que es la vida del trabajador. Es más, descubres lo que es la vida del trabajador+estudiante, ese ser que por la mañana va a trabajar, come apresuradamente para entrar a clase enseguida, y por las noches prepara los trabajos que tiene que entregar al día siguiente en clase. Es fácil reconocerlos (reconocernos): normalmente presentamos ojeras bastante marcadas, y cuando nuestros amigos nos proponen un plan para el fin de semana se nos escapa una risa tonta (¿Tomar cañas? ¡Ja! ¿Y el Trabajo de Fin de Grado para cuándo?).

Igual estoy exagerando un poco: mi abuelo siempre decía que si necesitas que algo se haga, tienes que pedírselo a alguien que no tenga tiempo (somos los que mejor nos organizamos, y terminamos entregándolo todo). Y tiempo para una cañita siempre hay. Pero eso, creo, no resta peso a mi idea, y es que las empresas, en muchas ocasiones, se aprovechan de la situación. Ni se me ocurriría exigir un sueldo “profesional”, al fin y al cabo parte del “salario” es el conocimiento que se nos aporta; pero me parece importante dar un incentivo a los estudiantes en prácticas, que dedican el tiempo que tienen a colaborar con una empresa; recordemos que el voluntariado es otra cosa muy distinta.

En verano, es habitual que las empresas se llenen de becarios que se dedican a cubrir las vacaciones de la plantilla, así la compañía evita que el trabajo se pare por falta de gente. Y aprendes, sí. Pero no creo que la situación debiera llevarse así. Un becario (casi prefiero la expresión “estudiante en prácticas”, becario hace pensar en una beca, y esto lo asociamos a un incentivo económico…) está para aprender; debería, si es posible, rotar por los distintos departamentos de la empresa que puedan aportar algo a su formación; debería tener “encima” a una persona, a un tutor, que le aconseje, le corrija, le guíe y le enseñe. Y, ¿por qué no?, debería tener un sueldo. Aunque sea para cubrir la gasolina que gastamos para ir a trabajar; que llegamos a una edad en la que nos da un poco de vergüenza pedir dinero a papá y/o a mamá.

Puede parecer que lo que aquí expongo es un poco radical, que no representa la realidad. Pero lo cierto es, que no es raro que los becarios se encuentren en una empresa como un trabajador más, sacando trabajo adelante, haciendo ganar dinero a la empresa, pero sin ver un duro. Y lo que es más; hay empresas que llegan incluso más lejos, y sustituyen trabajadores por becarios. ¿No recordáis la polémica que generó el periódico El Correo de Andalucía en febrero de este año? Despidió a 7 periodistas (al parecer por falta de trabajo), y sólo 13 días después solicitó 8 becarios (léase: “pringados que me van a hacer el trabajo de los periodistas by the face, y dándome las gracias por ello”). Hay incluso casos más extremos: en 2013 saltaba a los medios de comunicación la noticia de la muerte de Moritz Erhardt, un joven de 21 años, tras trabajar más de 72 horas sin apenas descanso como becario para Bank of America en Londres. Sí, es un caso raro, y no exclusivo de los estudiantes en prácticas: el mismo año conocíamos el fallecimiento de Mita Diram, una joven publicista indonesia que, tras una jornada laboral de 30 horas en la que sólo se mantuvo en pie gracias a bebidas energéticas, se desplomó tras un ataque al corazón al que no pudo sobrevivir. Pero lo cierto es que en demasiadas ocasiones las empresas se aprovechan de la situación: saben que es difícil encontrar trabajo, más con la crisis de la que (según los últimos indicios) por fin estamos saliendo, y aprovechan la circunstancia de que “no vas a encontrar otra cosa” para conseguir empleados que trabajen jornadas intempestivas por sueldos irrisorios. Seas becario o empleado.

Sí que quiero hacer una aclaración: no todas las empresas son así. En algunas, los becarios sí que rotan por los departamentos. En otras sí que ofrecen un pequeño incentivo económico (el más alto que he visto ha sido de 400€/mes). Incluso, si tienes suerte, en algunas consigues aquello a lo que aspiramos los becarios: un contrato, o la promesa de un contrato.

Yo he hecho prácticas en varias empresas; en dos de ellas me han contratado después; en otras dos me han dado una pequeña ayuda a final de mes. Y siempre estaré agradecida por los conocimientos que he recibido en todas ellas; porque salgo de la facultad con trabajo, dos carreras y un currículum en el que no sólo pone “Licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas” y “Grado en Periodismo” (¡qué mal suena “graduada” en Periodismo! Desde que entró en vigor el Plan Bolonia parece que salimos del cole en vez de salir de la universidad…). Estoy agradecida porque he conocido a gente fantástica, y me he labrado una agenda de contactos que  me puede ser útil en el futuro. Pero, pese a todo mi agradecimiento, sigo insistiendo en algo; no se vive del aire, la experiencia no da de comer… estaría bien que se reconociera nuestro trabajo más a menudo. Porque trabajamos. Y algunos o algunas, mucho.



Clara Berbel

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