El
cielo estaba teñido de un gris moribundo que hacía presagiar la inminente
llegada de la lluvia. Sin embargo, la ciudad de Aveiro, también conocida como
la “Venecia de Portugal”, desteñía
color gracias a las embarcaciones –moliceiros- que hacían posible un paseo, a
través de la ría, por las zonas de mayor interés turístico. La magia del barrio
pescador permitía a los visitantes sumergirse en la historia y la cultura más
arraigada de la ciudad.
A
lo largo del paseo, Aveiro regalaba la oportunidad de descubrir sus rincones
más pintorescos. No sólo es la “Venecia" de
Italia, es también el
“Puente de la Artes” de Francia y el “Puente
Milvio” de Roma. Su particular “Puente
del amor” estaba envuelto en decenas de cintas de colores que ondeaban como
diminutas banderas en honor a la infinitud del amor.
La
primera gota de lluvia comenzó a desdibujar, a lo lejos, la silueta de la
ciudad. El rumbo se fijaba a unos 10 kilómetros de Aveiro, hacia Costa Nova,
famosa por sus llamativas casitas a orillas de la playa.
Más
tarde, el viaje nos llevó hasta Coimbra o “La
Ciudad de la Sabiduría”, famosa por alzarse como un auténtico núcleo
universitario. Los edificios de sus facultades parecían conservar parte de la
magia del conocimiento clásico griego. Un auténtico paseo por una de las cunas
de la humanidad.
El
viaje concluía con la muerte del Duero,
en Oporto. Una ciudad que destaca por el barrio de la Ribeira. Desde allí,
Oporto se eleva como una pequeña montaña configurada por características
casitas. En la lejanía, la ciudad parecía fundirse con la lluvia y jugaba a
disfrazarse, recordaba a una de esas pinturas clásicas que exhalaban suspiros
de nostalgia.
Fotos y texto: Andrea Arrieta
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