“Para que el amor sea verdadero, nos debe
costar. Nos debe doler. Nos debe vaciar de nosotros mismos”
Así define el
amor la Madre Teresa de Calcuta y, sin duda Anita, la protagonista de esta
historia, compartirá el coste, el dolor y el vacío que produce el
enamoramiento.
La historia se
desarrolla en Obando, una pequeña ciudad de Filipinas, un ambiente rural lleno
de vida y naturaleza. El entorno pintoresco y empobrecido de los escenarios nos
llenará de prejuicios antes de que el film, de entramado lésbico, se
desarrolle. Jugando con la mente del espectador, el temor a la homofobia y al
rechazo del amor de Anita inquietará al público que se encontrará roto ante la
sencilla aceptación por parte de zonas más tradicionales.
Uno de los
puntos fuertes es la juventud de Anita, con tan solo 12 años ella es capaz de
entender sus sentimientos y aceptar que se ha enamorado de Pilar, una mujer de
casi 30. Quebrándose así la lógica generalizada de que los niños viven en una
continua confusión, en fases que vienen y van.
Pero, no es la
homosexualidad el centro del argumento; es el amor. El primer amor que te
destruye, te vacía, te sangra y te abandona. Personificando la desgarradora
incertidumbre de las emociones, Pilar aparece de manera recurrente como un yo
malvado, un doppelgänger que existe para torturar a una frágil Anita. Esta
némesis imaginaria se pronuncia para acariciar a Anita, para besarla y después
arrancarle el corazón. Las escenas donde aparece la malvada Pilar son sin duda
una joya en la película, planos llenos de fuerza y con un juego de luces que
aceleran el pulso.
Los planos
simétricos proporcionan una estética a la película interesante aunque los
escenarios empleados son pocos y en varias ocasiones repetidos lo que hace que
el ritmo de la película fluya más lento. Además, la película de origen filipino
nos ofrece la visión de una productora muy alejada de las grandes producciones
americanas. El argumento, el detalle de los planos y la caracterización,
profunda, de los personajes; hacen de esta película un soplo de aire fresco
entre las películas de temática lésbica que normalmente quieren plagiar el
idealismo de Holywood.
El último
cha-cha-cha de Anita no trata de descubrir la sexualidad, no quiere reivindicar
la orientación, ni quiere mostrar sexo descarnado. La película habla de amor,
del primer amor, del falso amor verdadero, habla de enamorarse, de ser ciego y
sobre todo habla de supervivencia; caer, romperte y seguir adelante.
Viviana Díaz
@Vdiag
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