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martes, 28 de abril de 2015

Cuando las películas lésbicas narran amor

El último cha-cha-cha de Anita, de Sigrid Andrea Bernardo. 





“Para que el amor sea verdadero, nos debe costar. Nos debe doler. Nos debe vaciar de nosotros mismos”

Así define el amor la Madre Teresa de Calcuta y, sin duda Anita, la protagonista de esta historia, compartirá el coste, el dolor y el vacío que produce el enamoramiento.

La historia se desarrolla en Obando, una pequeña ciudad de Filipinas, un ambiente rural lleno de vida y naturaleza. El entorno pintoresco y empobrecido de los escenarios nos llenará de prejuicios antes de que el film, de entramado lésbico, se desarrolle. Jugando con la mente del espectador, el temor a la homofobia y al rechazo del amor de Anita inquietará al público que se encontrará roto ante la sencilla aceptación por parte de zonas más tradicionales.

Uno de los puntos fuertes es la juventud de Anita, con tan solo 12 años ella es capaz de entender sus sentimientos y aceptar que se ha enamorado de Pilar, una mujer de casi 30. Quebrándose así la lógica generalizada de que los niños viven en una continua confusión, en fases que vienen y van.



Pero, no es la homosexualidad el centro del argumento; es el amor. El primer amor que te destruye, te vacía, te sangra y te abandona. Personificando la desgarradora incertidumbre de las emociones, Pilar aparece de manera recurrente como un yo malvado, un doppelgänger que existe para torturar a una frágil Anita. Esta némesis imaginaria se pronuncia para acariciar a Anita, para besarla y después arrancarle el corazón. Las escenas donde aparece la malvada Pilar son sin duda una joya en la película, planos llenos de fuerza y con un juego de luces que aceleran el pulso.

Los planos simétricos proporcionan una estética a la película interesante aunque los escenarios empleados son pocos y en varias ocasiones repetidos lo que hace que el ritmo de la película fluya más lento. Además, la película de origen filipino nos ofrece la visión de una productora muy alejada de las grandes producciones americanas. El argumento, el detalle de los planos y la caracterización, profunda, de los personajes; hacen de esta película un soplo de aire fresco entre las películas de temática lésbica que normalmente quieren plagiar el idealismo de Holywood.

El último cha-cha-cha de Anita no trata de descubrir la sexualidad, no quiere reivindicar la orientación, ni quiere mostrar sexo descarnado. La película habla de amor, del primer amor, del falso amor verdadero, habla de enamorarse, de ser ciego y sobre todo habla de supervivencia; caer, romperte y seguir adelante.

Viviana Díaz
@Vdiag



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