Situada en una de las regiones vitivinícolas más prestigiosas
de España -Sardón de Duero-, la antigua Abadía Santa María de Retuerta ha sido
cuidadosamente restaurada y convertida en Abadía Retuerta LeDomaine. Un
exclusivo hotel de cinco estrellas rodeado de viñedos, con una bodega que
elabora vinos de alto nivel y un museo de escultura al aire libre. Sus amplios
espacios, que datan del siglo XII, adquieren un gran protagonismo tras la
reforma que ha respetado la integridad de mil años de historia.
Los usos
monásticos originales de las salas se han mantenido y la arquitectura románica
y barroca se ha conservado sin alteraciones. «Transformar un viejo monasterio
implica participar en un diálogo de mil años de antigüedad. Mi discreción rinde
homenaje a quienes hablaron antes que yo», según palabras del arquitecto, Marco
Serra. Las paredes y bóvedas de la Abadía llevan tatuados el ángel que
simboliza el jugo de las uvas que se nutren de las orillas del río Duero. Sus
vinos –que están entre los 100 mejores del mundo, y son de los mejores del
país-, no son más que una excusa para que los estudiantes de la UEMC visiten
esta emblemática construcción. Una guía por todo el recinto, en la que
descubrir salones lujosos para la celebración de eventos y congresos, se
convirtió en un entretenimiento, pero sobre todo, en una ruta amenizada por el
arte y la historia.
La galería gótica que dibuja un patio central en el corazón
de la abadía abre puertas y pasadizos a habitáculos donde la antigüedad de la
edificación contrasta con los lujos que se prestan en el hotel. La biblioteca,
que conserva su librería y las grabaciones de las paredes, se ha convertido en
un comedor donde las mesas, decoradas sutilmente, van a presentar una
gastronomía de alta calidad, que cuenta con una estrella Michelin. Otras de las
tantas habitaciones, algunas adaptadas para relajarse, ambientadas para darse
un masaje, o con una luz tenue y una decoración para los amantes del yoga hacen
de la abadía un lugar, donde gracias a sus gruesas y enormes paredes, uno se
puede sentir aislado y rodeado de un halo misterioso como pudo haber sido hace
un milenio.
Su iglesia –donde se permiten los enlaces matrimoniales civiles-, y
sus enormes vigas, que sostienen un techo a gran altura, dan, cuando menos,
muchísima impresión. Es en uno de los pequeños recovecos que hay en este
espacio “de ensueño”, donde se camufla una pila de la época románica que,
aunque hoy en día no se puede utilizar, aporta una belleza especial al templo.
Visitar un lugar como la Abadía de Domaine nos invita a regresar al pasado y
nos recuerda lo larga y curiosa que es la historia.
Laura Acosta
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